Capítulo Catorce
Por Blacamán Jr.
Quién que haya visitado el puerto de Veracruz no se ha hartado de bienestar, de bien comer, de buen y simpático trato, de haber pasado un buen rato en los portales pelando camarones y tomando una buena cerveza fría mientras el sonido de la marimba ó los jaraneros diciendo sus versos y sus décimas hacen de las suyas?
Quién no ha tenido una amena charla con el bolero mientras le da brillo a su calzado?...quién no ha disfrutado de esas incomparables nieves de allá donde te asaltan y te provocan diciéndote repetidamente: gueroguerogueroguero, tu nieve de limón ó de tamarindo, gueroguero…..
Quien no ha comprobado de que si se trata de comer, te metes adonde sea y comes como en el mejor lugar del mundo. Quien no conoce ó conoció a Picalagüa, quien no escuchó a Paco Píldora cuando recitaba sus crónicas ó sus versos, ó los de algún alguien, pero con igual gusto.
Quien no ha desayunado unas buenas gordas ó unas picadas?? Y quien no ha bailado un buen danzón en Plaza de Armas recordando a Acerina ó con la magnífica banda de Marina??
Y quién demonios es quien ha pretendido seguir viviendo si ha ido a Veracruz y no se ha tomado un café con canillas ó con una buena concha al horno abierta y con mantequilla??
Pero con toda seguridad, quien quiera que sea quien esté leyendo estas líneas, está pensando en el Gran Café de la Parroquia y es que el Café de la Parroquia es un pedazo obligado del puerto.
Agustín Lara cantó: Veracruz, pedacito de patria que sabe sufrir y cantar.......y yo le enmendaría al grandioso Flaco de Oro, aunque no encaje en la tonada músical: El Café de la Parroquia, pedacito obligado de la bella Veracruz…….y se acabó!!!!
No se puede pensar en Veracruz sin la imagen de su Villa del Mar, en San Juan de Ulúa, en Paco Píldora, en el histórico Faro Juárez, en Boca del Río, en Picalagüa, en Mocambo, en Beto Ávila, en su carnaval, en Agustín Lara y para terminar,…….en el Gran Café de la Parroquia!!!!!
Entonces consideramos que los gobernantes Municipales, Estatales, los Ecleciásticos, los jefes Aduaneros, los sindicatos de Estibadores, los Neveros, los marimbistas y jaraneros, los Bomberos, la Policía, los Salvavidas, el comité organizador del Carnaval, los pescadores, los voceadores, los agentes de tránsito, los taxistas, los meseros y los carteros……la regaron de todas todas.
Aunque para muchos de ellos no era su obligación atendiendo al puesto que desempeñaban, como veracruzanos nunca debieron haber permitido que el Gran Café de la Parroquia llegara a su fin. Tal vez, algunos de los señalados veracruzanos no están enterados de la historia de ese bendito lugar:
En 1858 fue instituido por sus propietarios Pedro Méndez Echazarreta y Pedro Alonzo Pajáres como Tienda, Vinatería y Café.
1876, José Capdevila casado con la española Petra Pajarín adquiere el referido negocio y logran la autorización como lugar de juego. Heredan el lugar a sus hijos Francisca y Agustín. Francisca se casa con Fernando García Teja quien además se convierte en socio. Mas tarde, quedan como únicos dueños Francisca y Fernando. Tiempo después venden.
1899, Alipio García y Cía., como propietarios venden a Rafael Menéndez Peláez.
1907 Surge el conflicto de los obreros textileros, huelga en Río Blanco, Veracruz. Terminado el conflicto, entre 1908 y 1913 el negocio florece al grado de que comienzan a circular billetes editados y monedas acuñadas por el Café de la Parroquia. La moneda circuló sin el menor problema.
En 1922 el señor Manuel González González se convierte en nuevo dueño y lo conserva hasta 1930 en que vende a su amigo don José Fernández Fernández.
En 1936 llega de España Fernando Fernández de 14 años, quien se asocia con don José, quien decide cambiar el nombre por “Gran Café de la Parroquia”.
1943, procedente de España, arriba don Marcelino Fernández, de 18 años, hermano de Fernando.
En 1950 fallece don José Fernández Fernández, anterior dueño del ya tan famoso Café.
1959, Los hermanos Fernando y Marcelino Fernández junto con su primo Julio Fernández instituyen el Gran Café de la Parroquia a modo de arrendamiento por quince años.
Por ciertas diferencias económicas, surge un distanciamiento entre los hermanos Marcelino y Fernando. Fallece don Marcelino y el Gran Café de la Parroquia incomprensible e inaceptablemente desocupa ese tan tradicional local.
Josefa, Vda. de Marcelino Fernández y sus hijos Teresa y Marcelino fundan el nuevo Gran Café de la Parroquia y lo abren para dar servicio hasta la fecha en un punto frente al Malecón. (Jamás será igual, se acabó esa bendita tradición).
Entonces, como es posible que una instalación que ha perdurado a lo largo de mas de ciento cincuenta años y que se llegó a convertir en un punto de visita y disfrute obligado de suma importancia para la sociedad del puerto y para el turismo, desaparezca ante la contemplación pasiva e indolente de los gobernantes veracruzanos a los que seguramente no les interesó la tradición ni el respeto por un lugar que nunca debía haber desaparecido.
Al café de la Parroquia llegaron a disfrutar del incomparable ambiente y de sus clásicos platillos, de su tradicional café con leche, sus canillas, bombas, cientos de miles de visitantes y de hasta algunos presidentes de la república, de personajes célebres, artistas y toreros y un número incalculable de turistas que hemos tenido la suerte de visitar esas incomparables tierras veracruzanas.
Pero la triste realidad es que aquello de: “nos vemos en la parroquia”, ……se acabó,……….pero … y por qué ???
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Otros casos de irremediable solución son: La inaceptable erradicación de la antiquísima cantina “El Nivel” ubicada en Moneda 2 esquina con Seminario, “a un costado del costado” norte del Palacio Nacional.
La referida cantina en su interior, ostentaba en su muro principal la Licencia num. Uno, a nombre de su primer propietario don Carmen de Gallegos y Romero y comenzó a funcionar en 1852 (Tiempos de Juárez).
La historia de ese establecimiento cuenta que habitualmente formando parte de su clientela se encontraban artistas, escultores, periodistas. burócratas, académicos, activistas y turistas y en algunas ocasiones, la sorpresiva visita del presidente de la república en funciones, que no necesitaba mas que cruzar la calle.
La bebida mas consumida en la cantina era el “Nivelungo” hecho con vodka, pernod y licor de naranja y sus muy exclusivas botanas de cacahuates, queso blanco y rajas en escabeche.
El nombre proviene de que en su exterior, por iniciativa de don Enrico Martínez, está marcado el nivel de control de los lagos de Texcoco, Zumpango, Tacuba y Azcapotzalco, así como los canales que venían de Xochimilco, todo ello en función de la intensidad de las lluvias.
La razón de la expulsión de la cantina fue porque ocupaba un local que estaba involucrado en una vieja edificación que según históricos documentos, pertenecía a la Universidad de la Nueva España y que tiempo después heredó a la actual Universidad Nacional Autónoma de México.
Posteriormente, después de 17 años de litigio, el alegato se perdió y se acabó con una tradición de 156 años por falta de una buena disposición e inteligente solución que pudieron haber concedido tanto el gobierno como la propia Universidad.
Por qué no lo habrán pretendido…..Por qué???
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Como consecuencia de lo anterior, también sufrió en igual forma el restaurante “El Cardenal” ubicado e un lado de la cantina “El Nivel” pero por el otro lado de la esquina, en la calle de Seminario.
“El Cardenal” fue abierto e iniciado en noviembre de 1968 por un grupo de políticos que laboraban en Palacio Nacional. Después de seis meses y al convencerse que no lo atendían adecuadamente, decidieron traspasarlo, adquiriéndolo el matrimonio formado por don Jesús Bríz oriundo de Ario Rosales, Michoacán y por su esposa doña Olivia Garizurieta de Tuxpan, Veracruz quienes con el apoyo de sus siete hijos, lo levantaron, lo acreditaron y lograron colocarlo en un primerísimo nivel.
El restaurante logró alcanzar un prestigio tal que no tardó en proliferarse, primero en la calle de Palma casi con Cinco de Mayo, después en los bajos del Hotel Sheraton en la avenida Juárez, mas tarde en la venida de las Palmas y por último en la avenida de los Insurgentes mas los que se acumulen ésta semana.
Volviendo a “El Cardenal” de la calle de Seminario, me pregunto, por qué el Gobierno Federal, el Gobierno de la Ciudad, el Instituto de Antropología, ó el Cronista de la Ciudad ó la asociación de Restauranteros no hicieron nada por conservar ese lugar de privilegio???.. pero, por qué??
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Para terminar con ésta irremediable nostalgia, que podemos pensar de la increíble campaña de erradicación del beisbol en México.
Es una realidad que no obstante que en nuestro país el futbol ha invadido notablemente al público aficionado a los deportes, el beisbol se ha mantenido presente y siempre se ha considerado como un gran deporte, de menos acción y rapidez pero de mas cerebro y estrategia y que afortunadamente se mantiene vivo.
El beisbol actualmente se sigue jugando en muchos estados del país como Yucatán, Veracruz, Sonora, Sinaloa, Durango, Tamaulipas, etc., y desde luego, aunque en menor grado en nuestra ciudad capital.
Dentro de los integrantes de la afición por ese deporte, todavía hay quien recuerda la gran emoción de escuchar por radio los grandes juegos de los Medias Blancas de Chicago y de los Atléticos de Filadelfia en 1936 y 37 ó de haber disfrutado de las grandes hazañas de los grandes jugadores.
De 1925 a 1940 la actuación de Lázaro Salazar, del brujo Rosell. De 1940 a 1951 los veracruzanos hermanos Pasquel, particularmente Jorge, debido a la segunda guerra mundial, logró que la liga mexicana de béisbol, alcanzara dimensiones similares a las de las ligas mayores de los Estados Unidos.
Quien de los verdaderos aficionados no recuerda al gran Baby Ruth, quien por cierto en 1946 dio una inolvidable exhibición de bateo volándose la barda del entonces joven Parque Delta, así como a los triunfadores pitchers latinos Alberto Romo y Carlos Rubio, quienes se lucieron sobresalientemente en las ligas mayores.
Y que tal el inmortal veracruzano Beto Ávila, segunda base de Los Indios de Cleveland.
En 1955 el ingeniero Alejo Peralta mecenas del béisbol mexicano, supo apoyar y hacer crecer su novena de los famosos Tigres, quienes se disputaban el triunfo con los Charros de Jalisco y los Cafeteros de Córdoba.
En 1958 ya colocados en primer nivel, los Dodgers y los Piratas de Pittsburg, tiempos felices para el notable pelotero Roberto Clemente.
El Jaliciense José Flores se coloca brillantemente en el Atlético de Filadelfia. Inolvidable el gran “Cananea” Reyes y el gran impacto del surgimiento de Fernando Valenzuela antes de ser el famoso “Torito” quien tiene una participación con los “Pericos” del Puebla, después ingresa al equipo de los Leones de Yucatán y de ahí al equipo los Dodgers de Los Ángeles en los Estados Unidos.
Motivo de gran orgullo para los mexicanos el lanzador Teodoro Higuera, oriundo de Los Mochis, Sinaloa, quien después de su notable actuación con los Indios de Juárez, se transformó en la estrella de los cerveceros de Milwaukee con quienes firma en 1990 un formidable contrato por trece millones de dólares por cuatro años de exclusividad.
En éste mismo año de 1990 en Monterrey, NL., inauguran su magnífico estadio para béisbol con capacidad de 30,000 personas. En este formidable diamante participan los famosos Dodgers de Los Ángeles con su inigualable lanzador el “Torito” Valenzuela.
Todavía la afición por el béisbol conserva la pasión por ese deporte, todavía nuestro público beisbolista vibra de emoción cuando pierden ó ganan los Vaqueros de Torreón ó los Diablos Rojos del México, los Acereros de Monclova, los Sultanes de Monterrey ó los Pericos del Puebla.
Y afortunadamente persisten los grandes aficionados y le dan seguimiento a los equipos extra muros como los Yankees de Nueva York, los Cardenales de San Luís, los Gigantes de San Francisco, los famosos White Cox de Chicago ó los Marlin’s de la Florida.
Ahora, particularmente en el centro del país, hay que ir a buscar ese deporte la rara vez que hay un evento, es penoso reconocer que es un precioso deporte que cuando menos en el centro de México está pasando a la historia. Lo que queda del béisbol en nuestra ciudad capital, prácticamente no es nada.
Durante cuantos años la afición de la región del centro del país contempló emocionada los grandes partidos en el Parque Delta, hasta que un día de tantos…..Cuas!!... lo demuelen y pretenden proseguir con la afición cambiando tan arbitrariamente la sede a un lugar lejano y de acceso muy complicado, como es la ciudad deportiva al oriente de la capital. . Después de este somero recorrido sobre el béisbol en México y con ciertas referencias con el béisbol de los Estados Unidos, nos preguntamos, por qué se han decidido a acabar con lo nuestro, por qué demolieron el tan significativo Parque Delta…por qué ¿??
Por qué será que a veces conseguir el cambio del uso del suelo es tan fácil ($$$) quien sabe….por qué ???...... ($$$).
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